15 sept 2016

Una mañana común.

Pienso en el tiempo que pasa, sin apiadarse siquiera un poco de lo frágil que me he vuelto; pienso en el llanto que he llorado a veces hasta quedar seca; pienso en las risas que han escapado de mí hasta dejar fluir diáfanas lágrimas de alegría en su estado más puro; pienso en mi estado de tristeza constante y me pregunto si quién está mal es el mundo, que está cada vez más enfermo, o soy yo (que estoy quizá en mis últimos días), pienso en mi soledad transitoria, estancada para siempre en mis ideas; pienso que las palabras son capaces de curar las heridas del alma- pero que no es posible curarlas si no hay con quién hablarlas - la escritura es un placebo a las heridas y un insondable placer al alma. 
Pienso que el sol del atardecer es capaz de calentar los sentimientos olvidados, pienso que la tristeza mata; pero por estos últimos días, me ha recomendado el doctor que no piense demasiado. Yo solo sé, a estas alturas, que no tengo más opción que seguir, que tengo que reconstruirme, constantemente; que el sol va volver a salir; hasta entonces parezco estar condenada a fenecer en melancolía y despertar alegremente, cada día, para siempre.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario