26 sept 2016

Una madrugada en la capital.

En algún lugar de un gran país...
La medianoche ha llegado; y en algún lugar han asesinado a alguien, tal vez por robarle alguna de sus pertenencias, tal vez por un ajuste de cuentas. No sé. 
La madrugada es silenciosa inclusive en una ciudad tan grande, el peligro acecha en cualquier esquina.
Llegan las cuatro de la mañana y la gente empieza a despertarse; hay otros que no han dormido en toda la noche, pues trabajan en ese horario . Los Ticos, combis y Cústers transitan sin ningún problema, aún el tráfico no es grande; algunos ya salen a trabajar; las ánimas de los que han muerto vagan exigiendo justicia, hay muchas de ellas; pero un muerto es un muerto, la vida continúa en la gran ciudad. 
Son las cinco de la mañana, se ha hallado un muerto, su familia se pregunta por qué no ha llegado a dormir. Se enteran de lo sucedido, la madre llora desconsolada. La vida sigue en una ciudad tan convulsionada; hay un choque en la Avenida Emancipación, han encontrado droga en una casona del Centro de Lima; el tráfico empieza a acentuarse. Nadie se detiene a pensar en nada, eso lo hacen quienes tienen tiempo para perder, todos viven una vida acelerada; El caos va impregnándose cada vez más en las entrañas de esta ciudad, destruyéndola desde adentro, desde el pensamiento de los ciudadanos. Nadie dice nada; todos están ocupados alistándose para el trabajo, para ir a estudiar y otros ya han salido de su hogar. Siguen los robos, el narcotráfico, la explotación de los niños en las calles que observan tristemente a quienes toman desayuno fuera de sus casas. Nadie tiene hogar. 
A nadie parece importarle nada, cada quién vive su vida.
Son las seis de la mañana, Lima ha despertado.




21-06-14

Intrascendente.

Por algún extraño motivo, la modernidad la había consumido. Ahora solo escribía poemas o relatos, sentada frente a un monitor. Atrás había quedado la muchacha que soñaba con ser una gran literata, atrás había quedado la misma que se sentaba en la sala a leer, horas de horas; a escribir o pintar sin interesarse por lo que afuera pudiera suceder. ¿Qué había pasado?
Ya no acaparaba su tiempo buscando palabras en el diccionario, buscando aprenderse alguna melodía para tocarla en el piano… Y es que, antes de haber podido tocar una pieza completa, el mundo actual la había tocado.  





Ocio mohíno de un día martes.

Llevaba un periodo largo, de letargo y vigilia al mismo tiempo, ensimismada en el vacío que había en el techo (y en su día a día).
Miraba más allá de la pintura blanca y del concreto, oteaba su propio corazón… compungida por el amor que se había ido, por sus fracasos… Recordaba, añoraba; no podía escribir, se le habían secado las palabras, los sueños, la esperanza en la humanidad y, por tanto, en sí misma.


Pensó que su vida transcurría en línea recta, a veces en diagonal hacía abajo; sin notar que los hechos siempre la llevaban de vuelta a donde ya había estado. 

La vida ha sido siempre cualquier cosa, menos un ángulo llano. 





Sopor insomne.

No todo está perdido, he soñado contigo… con que todo esto era una pesadilla, con que despertaba, con que aún seguías aquí. Si la vida es sueño, como escribió Calderón de la Barca,solo eso basta para pensar que sigues ahí.
Me he vuelto más cursi de lo que era, por eso prefiero no pensarte al escribir. Si bien no sale lo más sórdido, aflora esta patética parte de mí.
Ya no sé a ciencia cierta si esto que vivo es real y tú no fuiste más que una quimera felona o si aún duermo y tú sigues siendo todo aquello que (ilusa) creí.
No te culpo por haber dado media vuelta, no te culpo por la estocada traicionera que me diste por la espalda… Eres humano, errar es inherente a ti.
Prosigue tu camino, no vuelvas los pasos, sé feliz.
¿Qué sentido tiene amar para todo el tiempo recibir?
Si estoy dormida, ¡qué bueno!; si estoy despierta, también me alegro de que sea así.
Después de todo, no todo está perdido… 
¡Te entregué el corazón completo!

Si la vida es un mal sueño – con periodos desgarradores de fantástica utopía - ¡Solo me queda vivir!

Sea dormida, sea despierta.  


16 sept 2016

Tiempo.

¿Cómo comenzar  a narrar su historia? , su historia que aún no ha sido escrita  en su totalidad por estar inconclusa, porque quien la escribe sigue viviendo.
Un día cualquiera mientras se encontraba en su habitación, empezó a meditar acerca de muchas cosas: del tiempo perdido, del que le faltaba  por vivir, de lo estúpido que le resultaba todo a veces, de las cicatrices que le había dejado un pasado que no  siempre parecía ser  tan lejano, de la incertidumbre del futuro que se movía a gran velocidad y amenazaba con golpearla y,  de lo incierto que era también el presente. Miles de ideas se mezclaban en su cabeza sin darle tregua.
Tenía una fuerte sensación de vértigo, algo similar a la euforia  o quizá algo  más parecido a una sensación de náuseas, situación que le parecía extraña porque aún ni siquiera había desayunado. Era aún muy temprano, el sol apenas se había asomado, estaba dando sus primeros rayos de luz a la mañana.
Estaba tendida sobre su cama con la mirada perdida en algún lugar del techo, como si este le fuera a revelar todos los secretos del universo. Sentía lo mismo de siempre: melancolía, nostalgia y algo de alegría miserable (sentimiento rutinario e inexplicable); se sentía insignificante. Todo esto se le había hecho costumbre, le daba siempre una extraña expresión de abatimiento y  la apariencia de andar siempre perdida (así solía estar cuando pensaba); estaba tan acostumbrada a esto, que ya nada le dolía. Sin embargo aún amaba ciertos aspectos de la vida, ciertos detalles que a veces la distraían de toda esa rutina. Esto la hacía ser una criatura más extraña de lo que ya parecía, ininteligible a veces hasta para sí misma.  
El estéreo estaba encendido  y la canción “Hey Jude”  de The Beattles estaba sonando a un volumen muy alto,  pero nada parecía  hacer que sus ideas se esfumaran, entonces le subió a todo lo que podía dar el viejo estéreo y se fue a bañar.
Fue ahí, mientras se bañaba, que sin darse cuenta  comenzó a llorar; las lágrimas corrían tibias por su rostro y nada parecía poder detenerlas; entonces lloró ,  sin saber a ciencia cierta por qué lo hacía; pensó en los secretos que jamás había contado a nadie, en las heridas que  causaba  sin querer a quienes la rodeaban  (heridas que a ella también le dolían) , pensó en lo destructiva que solía ser a veces  y en cuanto odiaba que sus pensamientos estuvieran tan ligados a todo lo que sentía, y lloró por todo lo que jamás había llorado, lloró como jamás lo había hecho. Se sintió estúpida y lloró.
Luego de eso salió del baño y apagó el estéreo, sentía que había dejado caer un gran peso de su espalda; se sentía adormecida  por una sensación de alegría y soledad. Nada le dolía, en ese momento ya no pensaba en nada.
Se vistió con la mente en blanco, sin que ninguna idea se atreviera a cruzar por su mente; tomó las llaves, su mochila y salió. Tenía que ir a estudiar.
El día transcurrió con la normalidad de cualquier otro, como parte de la rutina.
Cuando estuvo de vuelta a casa, a las cinco de la tarde, subió rápidamente las escaleras trastabillando al pisar el último escalón. Le dolía la cabeza.
Llegó otra vez, a su habitación, se acomodó en su escritorio y comenzó a escribir, como siempre lo había hecho y habló sobre ella, como en cada ocasión. De título colocó en el encabezado la palabra “Tiempo”, que era aquello que se le iba siempre, que era lo que más rápido pasaba , que era lo único que jamás se detenía, era aquello que a veces tanto la aceleraba. Ella esperaba con todas sus ansias que algo nuevo pasara, pero todo lo que pasaba era el tiempo.
Fue entonces cuando pensó;  que siempre le habían dicho que toda historia se acababa con la última página del libro; pero,  como ella ahora lo entendía era, que toda historia se acababa con el final del tiempo, no con la muerte del escritor, sino con el olvido o con la muerte del lector.
Las historias más grandes concluirían cuando muriera el último lector.
Entendió entonces que su personaje moriría cuando el tiempo en su reloj se acabara, cuando alguien olvidara su historia, cuando por fatalidades de la vida se muriera el último lector. 





Un buen viaje.

Ya no sé qué quiero
pero voy a caminar
a algún lugar he de llegar. 

Soy a prueba de amor
de balas, de dolor...
Vaya que el tiempo es cruel.

No hago más que hablar de mí
soy un ente extemporáneo
que ahora solo sabe vivir para sí...

Como si la consciencia del ser humano
no tuviera que ver con una consciencia colectiva
me alejo de todo, me ensimismo, me abstraigo...
Fumo un cigarro, 
a pesar de odiar el sabor amargo
y la bruma sofocante que exhalo
Me despido de todo
como si nunca fuera a volver...
La vida es un viaje constante.
Habré descaminado mis pasos al mirar atrás
No basta con tratar de ser fuerte
basta con ser humano, basta con añorar
Quizá solemos extrañar
por costumbre, por amor
por  miedo a la libertad...
-Se me han acabado los sinónimos
los adjetivos, los verbos y adverbios
que necesito siempre para hablar...
Así que proseguiré en silencio
quizá sea lo más sabio
quizá sea lo necesario-
La gente solo ve lo evidente
aquello que se revela a sus narices es llamado "real" 
¿quién es capaz de ver más allá?
La valentía es fútil ahora
el amor un acuerdo, un contrato
la felicidad siempre es cosa del mañana
La justicia es negociable
al igual que la verdad
Ni hablar de la amistad...
¿Es que acaso esto es la vida?
¿es esto?, ¿nada más?
(además de ser un viaje, claro está).
Me he extraviado un poco, pero voy a caminar...
a estas rechingadas alturas de mi existencia
a  algún lugar debo poder llegar.




15 sept 2016

Presentaciones absurdas.

Nunca he sido de esas personas que se presentan formalmente y hablan directamente sobre sí mismas, porque las presentaciones simplemente no son lo mío. Normalmente basta con decir mi nombre pero en esta ocasión omitiré esa parte. Ahí reside el motivo por el cual decidí no iniciar el blog con una presentación (normal)... Para no aburrirlos con el clásico me llamo "Anacleta" y provengo de Tangamandapio (por ejemplo); además, la intención de este blog no es esa... Bueno, no en su totalidad; en algún momento de seguro hablaré de mí más directamente (cuando encuentre la ocasión) y no precisamente será cada vez que decida escribir un relato en primera persona.
Trataré de escribir de todo un poco y de hacer de este sitio un lugar agradable para todos (nah, mentira, pero podrán desahogarse aquí cuando quieran). No todo será amor por la literatura, relatos e intentos de poesía irrisoria por parte mía, también los abrumaré con una que otra opinión acerca de algo (digo "opinión" porque aún no quiero lanzarme de cabeza a lo que es el bello mundo de la crítica). Hablaré de música, de política, quizá hasta de algún viaje (pero no de recetas de cocina, así que aquellos que hayan venido hasta aquí por eso, ¡pierdan la esperanza!). Trataré de no hablar directamente de mi patética vida amorosa...Y no, señores, no todo lo que escribo (o escriba en el futuro) estará estrechamente ligado a mi flébil vida amorosa *se va a llorar a un rincón*; que hable con tanto sentimiento, no significa que tenga necesariamente el corazón destrozado o que arda dentro de mí la llama de la pasión (uy, sí, claro). En fin.
Llegará el momento en que deje de estar tan somnolienta y pueda escribir con más lucidez y gracia (parezco un zombie, llevo un par de días sin dormir del todo bien)... ese momento ¡No es este!; así que tomaré un breve descanso.
Por ahora, les dejo aquí una canción que ha estado toda la mañana repitiéndose en mi cabeza, curiosamente se trata de la canción que inspiró el nombre de este blog . "Cosas mías".

A veces.

A veces te recuerdo
Sin ninguna intención en realidad
Es que parecías la pieza exacta
Entre miríadas de entes en el planeta
La indicada para encajar…
En ocasiones disparatadas
(A veces, solo a veces;
En situaciones desacertadas… )
Sin querer, aún lo pareces.
                                                                           

Marchita.

Se quedó a mitad de la calle con su rosa roja y las espinas incrustándosele en las manos.
No sabía si correr o llorar, no sabía qué hacer; creyó que esta vez sería diferente, supuso que ahora tendría un buen final, pero ¿qué final es feliz?
Caminaba sin rumbo por las calles buscando algún lugar donde enjuagar la sal que escocía sus heridas, su corazón se iba transformando ¿qué le sucedía? . Había estado pintando en un óleo el retrato de algo inexistente que de pronto se había escurrido por completo de sus ideas, había estado tratando de narrar lo inenarrable, luchaba con vehemencia por un imposible; era la primera vez que no comprendía tanto dolor, era la primera vez que el arte no podía mitigar su suplicio, toda herida dentro de ella se hacía, de estampía, más grande. Había confiado ciegamente sin detenerse a pensar. Ahora que era libre, había olvidado el ave cómo volar; se había quedado suspendida en una cuerda floja, había caído en frente de un público exigente…
Toda su vida había querido enamorarse y en cuanto lo había hecho, se había dado con la ingrata sorpresa de que entregar el corazón no equivalía a que quien lo recibiera lo fuera a cuidar; justo cuando notó que jamás en toda su exigua existencia había querido de ese modo, justo cuando sabía que era capaz de entregar la vida, justo cuando creía ser capaz de pelear contra el mundo entero por defender aquello que sentía; se le había acabado la fantasía. Ahora tenía una herida más, otro motivo para llorar; mas de sus ojos no salía siquiera una lágrima, se sentía parte de un experimento, se sentía absurda y aún no lograba comprender qué sucedía a ciencia cierta; había sido abandonada a mitad de la calle, no tenía palabra alguna para expresar su congoja, se consumía dentro de ella lo último que quedaba de su amor errante, se había quedado sin poesía, se le había apagado la última esperanza; todo por haber dejado sobrevivir un sentimiento tan insufrible como ese…
Seguía a mitad de la calle con su rosa marchita, sin cuestionamiento alguno, sin emociones embusteras; se había convertido en piedra, al igual que aquello que antes había sido un frágil corazón; se había ahogado en su garganta el grito que clamaba por su nombre, estaba borrando los restos del verso inacabado con suspiros y desvelos. Jamás se había sentido tan libre. Ni tan impasible. Ni tan miserable. 

Se quedó ahí, a media calle, con su rosa marchita; esperando a que el tiempo las deshiciera.   



El reencuentro.

"Has cambiado" me dijo, como si uno no cambiara después de tantas subidas y bajadas, después de tantos golpes y caricias; había pasado un año y medio y, de pronto, me había dicho "te extrañé", me pareció absurdo, irreverente, irrisorio y por último solo atiné a sonreír (a reírme por dentro, más bien); "me extrañó" y durante cierto tiempo quedó oscuro un gran vacío, gélido, solitario... que de a pocos se cerró. Como si su partida y todo lo acontecido no hubieran sido nada, me encontró un día en la calle después de no vernos  por casi un año y medio, y me dijo "has cambiado", como si las cosas no mutaran con el tiempo, como si yo aún siguiera sintiendo algo y con alguno de mis actos o palabras le causara indignación. "Has cambiado" con una risa socarrona repitió, risa que ahora también tenía en el rostro yo.  
Luego charlamos, nos reímos un poco más; nos embriagamos un poco y seguimos riéndonos, sin motivo alguno, como un par de estúpidos. Nos quedamos en silencio, nos miramos, nos abrazamos, nos besamos, nos insultamos, nos reímos (otra vez), dejamos a toda la situación ser sin involucrar algún hilo de razón (o sentimiento); nos burlamos de ambos, de todos, de la gente que pasaba y nos observaba enajenada... Subimos a la azotea de su casa y hablamos un poco, de cosas inconsecuentes, de nuestras historias por separado, de mis heridas, de las suyas, de cómo todo se había ido al carajo; el velo luctuoso de aquella noche ilusoria se iba descubriendo poco a poco y la aurora frígida y gris (como siempre en Lima) nos saludaba, parecía habernos  sorprendido de pronto en medio de una plática y muchos sinsentidos; dentro de nosotros brillaba el sol, descubría de cuando en cuando su mirada buscando la mía, habíamos crecido y estábamos otra vez donde estuvimos en algún momento.

"Has cambiado" dijo y nuevamente me besó.         


                                                                                     

Una mañana común.

Pienso en el tiempo que pasa, sin apiadarse siquiera un poco de lo frágil que me he vuelto; pienso en el llanto que he llorado a veces hasta quedar seca; pienso en las risas que han escapado de mí hasta dejar fluir diáfanas lágrimas de alegría en su estado más puro; pienso en mi estado de tristeza constante y me pregunto si quién está mal es el mundo, que está cada vez más enfermo, o soy yo (que estoy quizá en mis últimos días), pienso en mi soledad transitoria, estancada para siempre en mis ideas; pienso que las palabras son capaces de curar las heridas del alma- pero que no es posible curarlas si no hay con quién hablarlas - la escritura es un placebo a las heridas y un insondable placer al alma. 
Pienso que el sol del atardecer es capaz de calentar los sentimientos olvidados, pienso que la tristeza mata; pero por estos últimos días, me ha recomendado el doctor que no piense demasiado. Yo solo sé, a estas alturas, que no tengo más opción que seguir, que tengo que reconstruirme, constantemente; que el sol va volver a salir; hasta entonces parezco estar condenada a fenecer en melancolía y despertar alegremente, cada día, para siempre.