24 nov 2016

Fugaz.

El día era lóbrego, la humedad se le infiltraba en los huesos;
sonreía pensando en cosas atroces y al mismo tiempo se sentía mal... La ciudad parecía más sucia de lo normal, más profanada, más grande.
Estaba a mitad del camino de su vida (quizá poco antes de este), entre la penumbra y la luz; veía la lluvia caer por la ventana; recordaba un gran amor, sentía otras manos recorriéndole la espalda y sonreía, de placer y de dolor; tenía heridas escociéndose debajo de su piel...
Estaba consciente de que la vida seguía y de que poco a poco dejaba de sentir. Nada le dolía más que eso. Algo en ella se iba a morir, quizá ella; lo que había sido siempre.
"Por si alguna vez me recuerdas y sientes que pudimos haber llegado más lejos que un par de recuerdos y una buena plática por la tarde; necesito que sepas que te guardaré siempre en un rincón de mi corazón; no por si regresas, sino porque realmente calaste hondo en mi ser" escribió al reverso de una hoja, se secó la última lágrima que salía de sus ojos, y la quemó.
La vi asomarse por última vez en el horizonte, agitando su mano; diciéndome adiós; sus pasos errantes eran el secreto de su amor por la vida; era humana, más que yo, tenía un buen corazón...
Definitivamente lo mejor que pude hacer fue dejarla ir...
Ser devorada por las fauces abiertas e impiadosas del mundo real.