13 ene 2017

Memorial aciago.

Para comenzar, no termino de adaptarme a la melancolía de este verano apabullante; del sol cayendo mohíno y desganado, de sus condenadas ganas de rostizarme al salir de clases. Me aburren las noches silenciosas. Tu ausencia, aun ahora, deja un sabor acibarado al paladar, un vacío inmenso en el día a día, pero sobretodo un dolor lacerante en el corazón. Ha quedado claro, clarísimo que no me extrañas. 

"¡El hecho de ser un amor imposible lo hace ser eterno y perfecto!", me dijo alguien. Pero no creo estar hecha para soportar dolores como este... Antes me ha parecido haber vivido suplicios como este, pero nunca congoja más grande abatió mi corazón, ¡podría jurarlo! 

¿Qué sabes tú de lo que siento?, debo ser para ti una orate; no comprendes lo que es dormirse sollozando y suspirando un "por favor no te vayas", ahogarse por la presión en el pecho, terminar extenuado por los insomnios y el asma. He perdido la cuenta del número de veces que me desgañité llorando a solas, con la copa vacía brindando por ti. ¿Qué puedo hacer si me quedo abandonada a medio camino con el corazón en la mano y un “no, gracias y  discúlpame, pero tengo otra vida que vivir”?, ¿qué hago con mis ansias de querer buscarte y preguntarte qué pasó, sabiendo que no hay nada más que explicar?

Entregué mi confianza para que esta sea hollada y burlada de una manera más bien sádica. 
¡Y lo peor es que no puedo odiarte!; solo puedo asfixiarme en tus recuerdos, en el aroma del perfume que alguna vez percibí en ti, en el recuerdo de tus brazos rodeándome cual hogar que me protegía.  

No sé por qué te quiero, pero ciertamente no te lo vuelvo a decir.



Debes haberte sentido liberado al alejarte de mí, sé lo agobiante que suelo ser;
al saber que ya no era más un óbice para ti, también me alegré, me sentí tranquila.
Espero estés siendo feliz; si te he dejado partir, es porque realmente creo que estás mejor así. Sin mí.

A veces duele tanto la vida, cariño, que no sé cuánto más resista. ¡Te extraño tanto, pero no puedo volver!


Te pienso a diario, sin voluntad alguna.
He tirado cada cosa que pueda recordarme a ti ¡Y apareces en lugares impensados!, en mis libros, en algún anuncio, en alguna avenida; y entonces me pregunto “¿qué carajos hice yo para terminar tan mal?”, para enceguecerme y atontarme cada vez que por casualidad me parece verte. Es insoportable tener que tragarme, bajo esas circunstancias, mis ganas incontrolables de llorar. 


Luego de tu partida tuve aún más ganas de vivir, pero no he vuelto a ser la misma. Tengo un par de sueños, inclusive planes nuevos; pero aun así, no han podido cobrar sentido del todo sin ti. Están incompletos.  

A veces pienso en cómo hubiera sido todo si yo hubiera reaccionado a tiempo, si tú no te hubieras marchado; de seguro sería feliz, lo seríamos ambos; veríamos películas por las tardes, saldríamos a caminar, pasaríamos horas de horas conversando, hablaríamos de historia, de literatura, veríamos alguna serie. No sé. Supongo que no vale la pena martirizarse por asuntos imaginarios.


Intentaré avanzar sola, nuevamente. 

Quizá otra persona merezca todo este amor… Quizá no pueda dárselo, pero espero siquiera esta vez notarlo a tiempo y poder hacer más que disculparme y decirle que mi corazón le pertenece al recuerdo errante de alguien que no me escogió.

Todo, todo el desamor del mundo no basta para extinguir de este corazón maltrecho lo que me queda de cariño por ti. Nada en este mundo hará que las cosas vuelvan a ser iguales o quizá mejores de lo que esperaba. Tal vez con el tiempo mengüe la aflicción, tal vez con el pasar de los años pueda por fin olvidarte.
Me ahogo nuevamente en un vaso con agua, para volver a resignarme.
¡Cuántas veces más!

Es realmente desconcertante extrañarte y querer conservar una prudente distancia... Por tu salud, por tu felicidad, por tu bienestar y por mi jodido orgullo que no me permite siquiera vislumbrar la oportunidad en que tenga suficiente coraje y vaya a buscarte, bien para perderme en tu voz, bien para encararte. 

Y es que es doloroso a veces encontrarte en sueños y tener que suplicarte: "por favor, no dejes de abrazarme; el alba está próxima y no quiero despertarme".


13-01-17








Delirio musical.

Suena a todo volumen Introduction and rondo capriccioso desde la habitación, no importa qué hora marque el reloj; de todos modos, no se siente el pasar del tiempo mientras cae el agua sobre el cuerpo, mientras uno se sumerge y se ahoga en alguna canción  .

Me imagino dando un paseo desnuda ante una multitud anonadada... o quizá impasible, con una orquesta filarmónica a mis espaldas, por un salón de gélidas mayólicas grises, de hermosas paredes recubiertas de caoba; comienzo a girar, a balancearme torpemente de un lado a otro, alzo la mirada para encontrarme, de estampía, con hermosos candelabros de cristal oscilando como si, al igual que yo, fueran a caer. Se van haciendo más agudas las notas y yo empiezo a girar cada vez más rápido a lo largo de la sala, riéndome; cada giro me lleva más lejos, con cada giro descubro un espacio nuevo dentro del inmenso lugar, un espacio en el que todos departen tranquilamente, otro donde todos juegan al póquer; uno donde, entre amigos, brindan con champagne sus vicisitudes y alegrías; una esquina conde se juntan dos enamorados y se hacen uno; otra donde los ermitaños fuman añorando días mejores, otra donde contemplan los niños la música y a la infrecuente y caprichosa danzante; comienzo a dar saltos largos y cortos luego de cada giro, hasta caer extenuada. Las personas ignoran, después de eso, mi fútil presencia. 

Cierro los ojos dentro de mi ensueño y siento, de pronto, como si las notas del violín se materializaran transformándose en bellas mujeres que bailan a mi alrededor, de cabellos largos y cuerpos modelados, de rostros esculpidos por las manos de algún ángel, de vestidos del color de las flores; bailan todas alegremente, van una a una transformándose luego en caléndulas, aún danzantes al viento; al percutir precioso del piano, me encuentro de pronto en un campo arrebolado de briznas suaves al ocaso. Un céfiro suave acaricia mi rostro y veo el cielo ir sonrojándose cada vez más. 

Las notas de la canción se serenan e imagino el plenilunio, con el satélite refulgente dándole calidez a mi noche, una noche templada en algún edificio, en alguna ciudad...
O quizá las estrellas rutilando a cielo abierto, en la sierra donde no hay nubarrones grisáceos obnubilando mi voluntad. 

Es que perderse en la música no es difícil, lo difícil es despertar.