4 ene 2017

Aves atroces.

Me preguntó un poco sobre mi vida presente, mis intereses, mis planes mediatos e inmediatos, mi forma de apreciar la realidad... "Se te ha llenado la cabeza de pajaritos y no te has dado cuenta" espetó "ya no eres la mujercita que anhelaba traerse abajo el sistema, que se indignaba ante tanta putridez en las mañanas, ante tanta agonía...", perdí la ilación de lo que decía; después de todo era cierto, mi cabeza se había llenado de aves fugaces y torpes, me encontraba aún amodorrada; no venía mal un remezón, pero no lo oía, no oía sus palabras.
Bastaba la soledad absoluta para tener el valor suficiente de hacer lo que me había planteado hace mucho, para abrir esa jaula y liberar dichas aves atroces; ser parte de la historia implica sacrificios inhumanos, "los héroes van más allá del bien o el mal" logré captar entre mis cavilaciones; sabía de qué trataba dicha plática. El Perú está atiborrado de ratas, sobre todo en los centros de poder; se necesita limpiarlo,yo también lo pensaba así. "No me considero cobarde, esta vez solo estoy siendo prudente", pensé y comenté, por decir algo, por defenderme. "No te culpo, soy también un cobarde excusándose con argumentos moralistas y sentimentales. Es irónico, esas lacras no tienen compasión de nosotros o de sus pobres votantes o de la gente muriéndose en los conos o en los hospitales" dijo; no le contesté, así que prosiguió "¿Ya no escribes más?" cambió de tema al ver el leve gesto de dolor que empezaba a esbozarse en mi rostro; a lo que contesté pensando aún en aquello que acabábamos de dialogar "¿Cómo esperas que escriba algo bueno o distinto a lo que están escribiendo los demás?, ¡tengo la cabeza llena de aves!".