2 ago 2017

Bloqueada.

Es sabido ya, que luego de un tiempo de estar uno desangrándose, se muere. Al menos es así cuando el corte es profundo. No dudo de que el corte que me dejó aquel cómplice y amigo hace ya mucho tiempo haya sido mucho más que algo superficial, pues mucho en mí cambió. Perdí confianza en las personas, perdí mi amada capacidad para expresar cada cosa que sentía a detalle, perdí mis ganas de encontrarle a cada día algo que lo hiciera especial... Yo era una persona feliz, yo era una persona libre; fui aún más feliz cerca de él, pero el precio a pagar ha sido demasiado alto para mi gusto; a veces puedo conseguir aún algo de la alegría que en algún momento tuve, pero es siempre algo fugaz. A pesar de esto no lo odio, por el contrario encontré alguien a quien amar, alguien que a veces parece tener consigo más pesar que el mío... Pero no me desviaré ahora de lo que venía a decir, no puedo adelantarme. 

Hoy salí de casa sin reales ánimos de salir, sin entusiasmo alguno (los días son así más a menudo); abordé el bus y me puse los audífonos, sin embargo no ponía atención a la música que salía de estos ¡Hasta la música empieza a dejar de tener sentido, hasta la música deja de alegrarme!; no hubo suceso alguno de mayor importancia en el trayecto, tomé asiento a mitad del camino, y pegué la cabeza a la ventana, parecía que mi cerebro se hubiera hartado de pronto de mantenerse cerca al cuerpo que a veces siento impropio, miré hacia afuera del bus y sentí más frío; todo estaba nublado, yo apenas respiraba. Me dormí por unos segundos y al despertar estaba ya a una cuadra de mi paradero, me puse en pie y me arrastré a través de la gente y bajé por fin del carro; lo que me quedaba por recorrer a pie hasta la universidad se me hizo infinito, observaba todo sin tomarle atención, me sentía dentro de un mal sueño. Ingresé al auditorio para el ensayo del coro, encontré a un conocido y me ofreció caminar por nuestra facultad, conversar y cantar un rato. Lo seguí. Nos pusimos a hablar, de distintas cosas. 
De pronto todo me recordaba sus ojos tristes, oscuros, febriles a veces, sentía de repente pasión y nostalgia y me reía mirando al pequeño bosque frente a mí; me preguntaba entonces mi acompañante temporal por qué sonreía de esa manera, no le daba razón alguna y me pidió tomarme una foto, no prestaba atención a nada más. Habían acaparado los recuerdos mi mente por completo, después me tomaron por asalto distintas palabras que había dicho, hasta entonces todo era calma; pero las memorias tristes injuriosas irrumpieron en mi perfecto ambiente de dulce nostalgia y cariño; entre una y otra empezaron a morder mis ansias de buscarlo y decirle que lo amaba, la desconfianza y el dolor tomaron las riendas y mientras escuchaba con mi amable conocido una pieza de ópera, me paré intempestivamente y empecé a subir las escaleras, riéndome, pidiendo oír otra canción que sonaba de fondo. Sucede que el lugar en que me encontraba se había llenado de un aire cargado y apenas si podía inhalar un poco de oxígeno. Entonces, corrí y seguí saltando, traté de convencerme de que todo estaría bien. Comentó que yo le parecía una persona llena de energía, pero después de un rato quise ir a casa, me dolían los huesos y solo quería dormir. De camino me decidí a ir a ver a un viejo amigo, quizá con la esperanza de dilucidar lo que me sucedía, cada día estaba peor; platicamos, caminamos por las calles oscuras y pude notar quizá con algo más de claridad qué me sucedía; pero volví a casa sin una solución y hasta ahora miro el techo, como de costumbre, cada vez que estoy perdida. Tengo tantas palabras no dichas que he olvidado de pronto qué era exactamente lo que quería expresar, se han podrido ahí dentro y ahora solo duelen; casi siempre acontece de esa manera, acumulo tristeza hasta no poder más; después me enfermo y toma tiempo recuperarme... Pero si hay algo que puedo aseverar sin duda alguna es que el dolor de quien amo, me duele; que sus ganas de morir me sofocan porque lo quiero demasiado, que me estoy asfixiando por la bruma de la melancolía y la falta de ingenio para dejarla plasmada en algún lugar fuera de mí, la amargura me invade al saber que no volveré a saber de la vida  de un amigo que se supone sería de toda la vida, me enfurece ser culpada sin tener realmente la completa responsabilidad de algo, me molesta no ser reconocida por mi nombre sino más bien por un titulo que se me otorgó sin consultarme, de pronto me quitaron la personalidad y me resumo a un par de características y palabras que desbordan por todos lados algo que nunca quise ser; me estoy ahogando porque me siento desamparada, encadenada, sola, agotada, muda, tambaleante. Nada más insoportable que encontrarse bloqueado y tener tantos asuntos a medio solucionar que no sabes precisamente por qué estás como estás. 

Ya no soy la de hace apenas unos años atrás, ya no vivo esa vida, ya no existo de la misma manera; no canto las mismas canciones, no disfruto de los mismos placeres simples, no escribo de la misma forma y pensar siquiera en hacerlo me resulta ahora algo inusual. No es bonito darse de bruces con la realidad para alguien que nunca pidió conocerla, ¿será eso?, el mundo siempre es cruel.

Quizá sucede que extraño quién era, no es ese un problema que pueda solucionar nadie; no puedo volver atrás ni convencerme de amar lo que soy ahora, porque no se me da de manera genuina, porque esta persona a veces parece estar muy lejos de mi yo natural... o más bien, parece haber surgido de algún rincón insospechado que hubiera preferido permaneciera oculto. 

Me queda entonces nada más que la sensación agobiante de querer llorar y no poder verter alguna lágrima.
No tengo, mientras tanto, algo más que pueda manifestar; tengo solo palabras sueltas y una maraña de recuerdos en la cabeza.