25 nov 2016

Lima y yo.

He crecido en una ciudad podrida.
Sórdida hasta en lo más recóndito de ella. Soy de Piura, pero crecí en Lima.
Ahora mismo soy como ella, un lugar sobrepoblado y miserable; gris, sin magia… Pero, al igual que Lima, antes no fui así.
Me recuerdo entre cuatro paredes, imaginando un mundo coloreado con crayones y temperas… Y cuando libre, también me recuerdo feliz; sin ver la basura en las grandes avenidas, sin oír el barullo ensordecedor de los buses en plena congestión… No veía la miseria, yo miraba al cielo.
Miraba también los pocos árboles que a veces había, oteaba las rayas de las autopistas, cuando aún se veían; oteaba los cerros violetas a trasluz del sol arrebolado, las nubes sonrosadas, amarillas, anaranjadas. Cuando era niña, yo a Lima le ponía la magia… Y que perfecto era todo entonces.
Los cerros con luces naranjas de noche, me hacían pensar en las luces de navidad que nunca tuve (y ahora a Lima le abundan).
No pensaba en la gente en busca de un “mañana mejor” que iba invadiendo de a poquitos desde las faldas hasta las puntas los cerros ahora coloreados por casas de material noble o de madera en lo más alto, le dan un aspecto pintoresco a estos inanimados lugares y escamotean bien la necesidad de una mejor organización a nivel nacional… No, no es necesario, es indispensable. Pero Lima se reduce al Centro de Lima y Miraflores. El Perú se reduce a Lima, a no ser que se hable de turismo o de exportaciones.
Lima se ha hecho más grande, al igual que yo. Tiene parásitos en sus puntos vitales, está lóbrega y abandonada; llena de gente y en decadencia.  Como si no existieran muchos espacios más allá de ella, se atreve a seguir creciendo, contaminando con su peste aquello que la rodea. Como si el Perú se fuera reduciendo a su minúscula existencia.

Lima está enferma, Lima se asfixia en el tumulto mañanero de carros atrapados en alguna autopista principal… O, mejor dicho, en hora punta; Lima está podrida. Igual que yo.   





Cortometraje.

Reproduzco fotogramas en mi mente de ti
caminando abstraído (sin verme)  ¡Qué mundos ocultarán tus ojos!, tu risa nerviosa...

Mientras duermes, yo despierto a reproducir en cámara lenta el instante preciso en que se dibujó tu sonrisa.  




24 nov 2016

Fugaz.

El día era lóbrego, la humedad se le infiltraba en los huesos;
sonreía pensando en cosas atroces y al mismo tiempo se sentía mal... La ciudad parecía más sucia de lo normal, más profanada, más grande.
Estaba a mitad del camino de su vida (quizá poco antes de este), entre la penumbra y la luz; veía la lluvia caer por la ventana; recordaba un gran amor, sentía otras manos recorriéndole la espalda y sonreía, de placer y de dolor; tenía heridas escociéndose debajo de su piel...
Estaba consciente de que la vida seguía y de que poco a poco dejaba de sentir. Nada le dolía más que eso. Algo en ella se iba a morir, quizá ella; lo que había sido siempre.
"Por si alguna vez me recuerdas y sientes que pudimos haber llegado más lejos que un par de recuerdos y una buena plática por la tarde; necesito que sepas que te guardaré siempre en un rincón de mi corazón; no por si regresas, sino porque realmente calaste hondo en mi ser" escribió al reverso de una hoja, se secó la última lágrima que salía de sus ojos, y la quemó.
La vi asomarse por última vez en el horizonte, agitando su mano; diciéndome adiós; sus pasos errantes eran el secreto de su amor por la vida; era humana, más que yo, tenía un buen corazón...
Definitivamente lo mejor que pude hacer fue dejarla ir...
Ser devorada por las fauces abiertas e impiadosas del mundo real.