16 sept 2016

Tiempo.

¿Cómo comenzar  a narrar su historia? , su historia que aún no ha sido escrita  en su totalidad por estar inconclusa, porque quien la escribe sigue viviendo.
Un día cualquiera mientras se encontraba en su habitación, empezó a meditar acerca de muchas cosas: del tiempo perdido, del que le faltaba  por vivir, de lo estúpido que le resultaba todo a veces, de las cicatrices que le había dejado un pasado que no  siempre parecía ser  tan lejano, de la incertidumbre del futuro que se movía a gran velocidad y amenazaba con golpearla y,  de lo incierto que era también el presente. Miles de ideas se mezclaban en su cabeza sin darle tregua.
Tenía una fuerte sensación de vértigo, algo similar a la euforia  o quizá algo  más parecido a una sensación de náuseas, situación que le parecía extraña porque aún ni siquiera había desayunado. Era aún muy temprano, el sol apenas se había asomado, estaba dando sus primeros rayos de luz a la mañana.
Estaba tendida sobre su cama con la mirada perdida en algún lugar del techo, como si este le fuera a revelar todos los secretos del universo. Sentía lo mismo de siempre: melancolía, nostalgia y algo de alegría miserable (sentimiento rutinario e inexplicable); se sentía insignificante. Todo esto se le había hecho costumbre, le daba siempre una extraña expresión de abatimiento y  la apariencia de andar siempre perdida (así solía estar cuando pensaba); estaba tan acostumbrada a esto, que ya nada le dolía. Sin embargo aún amaba ciertos aspectos de la vida, ciertos detalles que a veces la distraían de toda esa rutina. Esto la hacía ser una criatura más extraña de lo que ya parecía, ininteligible a veces hasta para sí misma.  
El estéreo estaba encendido  y la canción “Hey Jude”  de The Beattles estaba sonando a un volumen muy alto,  pero nada parecía  hacer que sus ideas se esfumaran, entonces le subió a todo lo que podía dar el viejo estéreo y se fue a bañar.
Fue ahí, mientras se bañaba, que sin darse cuenta  comenzó a llorar; las lágrimas corrían tibias por su rostro y nada parecía poder detenerlas; entonces lloró ,  sin saber a ciencia cierta por qué lo hacía; pensó en los secretos que jamás había contado a nadie, en las heridas que  causaba  sin querer a quienes la rodeaban  (heridas que a ella también le dolían) , pensó en lo destructiva que solía ser a veces  y en cuanto odiaba que sus pensamientos estuvieran tan ligados a todo lo que sentía, y lloró por todo lo que jamás había llorado, lloró como jamás lo había hecho. Se sintió estúpida y lloró.
Luego de eso salió del baño y apagó el estéreo, sentía que había dejado caer un gran peso de su espalda; se sentía adormecida  por una sensación de alegría y soledad. Nada le dolía, en ese momento ya no pensaba en nada.
Se vistió con la mente en blanco, sin que ninguna idea se atreviera a cruzar por su mente; tomó las llaves, su mochila y salió. Tenía que ir a estudiar.
El día transcurrió con la normalidad de cualquier otro, como parte de la rutina.
Cuando estuvo de vuelta a casa, a las cinco de la tarde, subió rápidamente las escaleras trastabillando al pisar el último escalón. Le dolía la cabeza.
Llegó otra vez, a su habitación, se acomodó en su escritorio y comenzó a escribir, como siempre lo había hecho y habló sobre ella, como en cada ocasión. De título colocó en el encabezado la palabra “Tiempo”, que era aquello que se le iba siempre, que era lo que más rápido pasaba , que era lo único que jamás se detenía, era aquello que a veces tanto la aceleraba. Ella esperaba con todas sus ansias que algo nuevo pasara, pero todo lo que pasaba era el tiempo.
Fue entonces cuando pensó;  que siempre le habían dicho que toda historia se acababa con la última página del libro; pero,  como ella ahora lo entendía era, que toda historia se acababa con el final del tiempo, no con la muerte del escritor, sino con el olvido o con la muerte del lector.
Las historias más grandes concluirían cuando muriera el último lector.
Entendió entonces que su personaje moriría cuando el tiempo en su reloj se acabara, cuando alguien olvidara su historia, cuando por fatalidades de la vida se muriera el último lector. 





No hay comentarios.:

Publicar un comentario