4 mar 2019

Ansiedad.

Han pasado varias noches consumiéndome en asfixias, pesadillas hórridas y despertares acelerados; he peleado un poco por mantener despierta la esperanza, por intentar vanamente y con fuerza que por encima del humo pudiera pasar el aire y evitara que terminara de ahogarme. Es la edad. Porque el tiempo siempre ha traído cuesta abajo cada anhelo que he usado como baluarte para poder resguardarme. Los años siempre han pasado impiadosos sobre cada sueño y lo han apagado; el paso del tiempo trae consigo siempre una talla más grande de soledad, una dosis más fuerte de abandono y carga (en el peor de los casos) a la impaciencia en brazos. No puedo culpar a nadie por no pelear mis batallas cuando estuve débil, pero los monstruos han entrado y sin alguien cubriendo los puntos débiles he caído junto con el castillo... De algún modo me he quedado sola entre las ruinas sórdidas de un palacio antes majestuoso y cargando en las manos apenas un cuchillo de madera y recuerdos a medio atar; me he perdido a altas horas de la noche en el nudo humano que se consumía al lado de nuestro mundo con el paso de las horas, los he visto enredarse más, los he oído gritar, ¿dónde has ido?; el halo que antes cubría a las personas que veíamos morir entre esos nudos humanos ahora también me cubre, ¿Me oyes gritar con ellos?

No han hecho nada para merecer ser tan miserables, tampoco hay modo de ayudarles. Dentro de esa masa me he perdido dentro de una idea en blanco... al menos no hay dolor, no hay ansias, solo silencio. No deseo despertarme.
Si alguien pregunta diles por favor que ya no estoy para nadie.